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A partir de la rima LVI de Gustavo Adolfo Bécquer

                                                                                                                                                             Fatigada del baile, encendido el color, breve el aliento, apoyada en mi brazo, del salón se detuvo en un extremo. Entre la leve gasa que levanta el palpitante seno una flor se mecía en compasado y dulce movimiento. Como en cuna de nácar que empuja el mar y que acaricia el céfiro, tal vez allí dormía al soplo de sus labios entreabiertos. ¡Oh! ¿Quién así -pensaba- dejar pudiera deslizarse el tiempo? ¡Oh, si las flores duermen, qué dulcísimo sueño!

¡Feliz Navidad!

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Microrrelato (I)

 º                                                                                            El amor En el rincón desgastado de la biblioteca, sus miradas se encontraron entre páginas amarillas por el tiempo. Él, un soñador romántico; ella, una buscadora de aventuras en letras. Compartieron sus mundos entre susurros de tinta y risas robadas a la inquietud. Sus corazones tejieron un vínculo invisible, como el hilo que une los libros en estanterías polvorientas. Cada palabra compartida era un suspiro, cada silencio, un poema no escrito. Las estaciones cambiaron, pero su historia resistió el paso del tiempo. En sus ojos, encontraron la epopeya de un amor que, aunque pequeño como un microcuento, trascendía las palabras, viviendo eternamente entre letras y emociones compartidas.

A modo de...

  El brillo de los colores Cansado del trajín, los colores brillan, el aliento se va, apoyada en mi brazo como si nada, en un extremo del salón paró de bailar. Entre la tela que se agita, sube y baja el latido del corazón, una flor se balancea en mi pensamiento, como jugando en un suave vaivén. Como en la cama que mece el mar, y el viento que acaricia mi ventana, tal vez allí descansa, con sus labios entreabiertos, como si hablara. ¡Oh! ¿Quién pensaría, dejar que el tiempo se escurriera así? ¡Oh, si las flores duermen, sería el sueño más bonito, eso creo yo!                                                                       Pablo Gonzaga Pérez 4ºC Fatigada del baile, encendido el color, breve el aliento,       apoyada en mi brazo, del salón se detuvo en un extremo.       Entre la leve gasa que levanta el palpitante seno        una flor se mecía en compasado y dulce movimiento.       Como en cuna de nácar que empuja el mar y que acaricia el céfiro,

Gustavo Adolfo Bécquer Rimas

 - XVI -    Si al mecer las azules campanillas       de tu balcón crees que suspirando pasa el viento        murmurador, sabe que, oculto entre las verdes hojas,        suspiro yo.    Si al resonar confuso a tus espaldas       vago rumor crees que por tu nombre te ha llamado        lejana voz, sabe que, entre las sombras que te cercan,        te llamo yo.    Si te turba medroso en la alta noche        tu corazón, al sentir en tus labios un aliento       abrasador, sabe que, aunque invisible, al lado tuyo        respiro yo.                                                                                      ( Gustavo Adolfo Bécquer) El poema se estructura en tres estrofas, cada una aborda una situación diferente. En la primera estrofa, el viento se convierte en intermediario, las azules campanillas del balcón de la amada. El poeta sugiere que su suspiro se confunde con el susurro del viento entre las hojas, estableciendo una conexión ín

El misterio

  El  misterio     Visto, oido y vivido este verano, Vivimos atormentados por lo sucedido la semana pasada. La extraña actitud de la gente del pueblo nos decía pensar con exactitud quien era el ladrón.     El entró en la casa como si nada hubiése sucedido hasta que se dió cuenta de que faltaban cosas lujosas en su casa.      Asistimos a una cita con la guarda civil, ya que pusieron una denuncia por el robo en casa. No nos aclararon mucho lo que iba a pasar con las joyas que nos habian robado. El ladrón ya lo detuvieran hace tiempo pero solo le cogieron las joyas y to dejaron irse. En resumen yo me quedé alucinado, porque me quedé sin los joyas y el ladron se fue como si no hubiese sucedido nada. Descubrimos por nosotros mismos quien era el dichoso ladrón y donde habian acabado las joyas. Al final las tenía la mujer del Sargento Luis.     Nadie se lo creía, porque Luis era hasta ahora una persona en la que podias creer fielmente. Pero desde ese dia aprendí que hay que conocer mejor a l