Gustavo Adolfo Bécquer Rimas
- XVI -
Si al mecer las azules campanillas
de tu balcón
crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que, oculto entre las verdes hojas,
suspiro yo.
Si al resonar confuso a tus espaldas
vago rumor
crees que por tu nombre te ha llamado
lejana voz,
sabe que, entre las sombras que te cercan,
te llamo yo.
Si te turba medroso en la alta noche
tu corazón,
al sentir en tus labios un aliento
abrasador,
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
respiro yo.
(Gustavo Adolfo Bécquer)
El poema se estructura en tres estrofas, cada una aborda una situación diferente. En la primera estrofa, el viento se convierte en intermediario, las azules campanillas del balcón de la amada. El poeta sugiere que su suspiro se confunde con el susurro del viento entre las hojas, estableciendo una conexión íntima con el entorno con mucha privacidad.
En la segunda estrofa, Bécquer juega con la idea del sonido y la voz distante. El rumor confuso a espaldas de la amada se interpreta como el llamado lejano de su nombre. Aquí, la voz del poeta se convierte en un eco que suena en el fondo, evocando la idea de una presencia invisible que se comunica a través de la distancia.
La tercera estrofa intensifica la atmósfera al abordar la noche y los miedos del corazón. El aliento abrasador en los labios de la amada se atribuye al poeta, aunque permanezca invisible. La presencia se vuelve más palpable, sugiriendo una conexión espiritual que trasciende las limitaciones físicas.
En conjunto, el poema de Bécquer evoca una sensación de melancolía y romanticismo.
-XVII-
Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!
(Gustavo Adolfo Bécquer)
La primera estrofa revela una conexión armoniosa entre el poeta y su entorno. La tierra y los cielos le sonríen, sugiriendo una intimidad con la naturaleza. La llegada del sol al fondo de su alma se presenta como un símbolo de iluminación y calidez espiritual. Este primer verso establece un tono positivo y luminoso que contrasta con las posibles sombras o melancolías presentes en otros poemas de Bécquer, es muy intimísta.
La segunda estrofa destaca el encuentro visual con alguien significativo, expresado con un tono casi asombrado. Como este fragmento: "la he visto" evoca la presencia de una figura femenina que capta la atención del poeta de manera especial. La mirada de esta figura se convierte en un punto de reflexión para el poeta, llevándolo a afirmar: "¡Hoy creo en Dios!". Aquí, la conexión entre el amor humano y la fé en lo divino se fusiona, sugiriendo que la experiencia del amor puede tener un poder espiritual y redentor.
- XVIII -
Fatigada del baile,
encendido el color, breve el aliento,
apoyada en mi brazo,
del salón se detuvo en un extremo.
Entre la leve gasa
que levanta el palpitante seno
una flor se mecía
en compasado y dulce movimiento.
Como en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro,
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos.
¡Oh! ¿Quién así -pensaba-
dejar pudiera deslizarse el tiempo?
¡Oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño!
(Gustavo Adolfo Bécquer)
El poeta observa a una mujer fatigada del baile, ofreciéndonos una visión poética de la belleza efímera y la gracia femenina.
La primera estrofa describe la condición de la mujer después del baile, utilizando imágenes visuales y sensoriales como el color encendido y el aliento breve para retratar la intensidad y la fugacidad del momento. La elección de detenerse en un extremo del salón sugiere un momento de reposo y reflexión, separándose de la actividad frenética del baile.
La segunda estrofa pinta una imagen y sensual a través de la descripción de la flor que se mece entre la leve gasa que cubre el seno de la mujer. La comparación con una cuna de nácar, acariciada por el mar y el céfiro, añade un toque romántico y melancólico a la escena. La delicadeza de este momento contrasta con la vitalidad y la energía previas del baile, creando una paleta de emociones poéticas.
La tercera estrofa profundiza en la metáfora de la mujer como una cuna de nácar y sugiere la posibilidad de que duerma al soplo de los labios entreabiertos.
Métrica: En general, se observa una variación en la métrica, desde versos octosílabos hasta endecasílabos y catorce sílabas. Esta diversidad métrica tiene que ver a la fluidez y musicalidad del poema, permitiendo que la expresión poética se adapte a las necesidades del contenido lírico.
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